¿Qué tendrá la enseñanza que tanto atrae a los políticos y, en la práctica, qué poca atención le prestan? ¡Cuánto debate ficticio, silenciando la voz de los profesionales y ajeno a la voluntad de los padres! ¡Cuánta palabrería huérfana de contenido! ¡Cuánta demagogia disfrazada de intereses inconfesables! Da la impresión que a veces los responsables de la administración educativa escuchan únicamente a quienes piensan como ellos, con la única intención de oír lo que desean. El miedo al diálogo abierto a todos y la alergia al pluralismo, además de ser manifestaciones de una democracia enferma, es el peor camino para salir del pozo en el que se encuentra la educación, en general, y la andaluza en particular.

Los datos objetivos sobre la realidad educativa de nuestra región, nada optimistas, están ahí y no podemos seguir cayendo en la tentación de justificar lo injustificable. Es verdad, como hemos dicho en otras ocasiones, que el punto de partida de nuestra región no era equiparable al de otras, pero llevamos 35 años de transferencias educativas y habrá que reconocer que algunas cosas, con los mismos medios, se han podido hacer mejor. La autocrítica, que indica madurez y querer mejorar con actitud de cambiar lo que sea necesario, no puede esconderse siempre en laprehistoria democrática. Ciertamente, en estos años se ha logrado de manera sobresaliente el desafío de la inclusión; pero en estos momentos el gran reto de la educación andaluza es el de la calidad, fundamental para el desarrollo de nuestro pueblo. Ella es la mejor herencia que podemos dejar a nuestros niños y jóvenes para que el día de mañana puedan encontrar un puesto de trabajo en un mundo cada vez más exigente y globalizado.

A lo largo de mi trayectoria profesional he sido testigo de grandes promesas educativas, muchas de ellas incumplidas, y con el paso del tiempo uno se vuelve cada vez más escéptico. Si año tras año comenzamos el nuevo curso con los mismos problemas, con las mismas dificultades y con idénticas intranquilidades, hay un momento en que se llega a pensar que nuevamente hemos sido engañados. Cuando después de un enorme esfuerzo, se tiene la sensación de que se ha conseguido una pequeña meta, ubicada en lo alto de una dura cima, y a la vuelta de la esquina (curso siguiente) volvemos al mismo punto de partida, se genera una mezcla de desazón y desconfianza. Es como si el “mito de Sísifo” nos persiguiera eternamente, alentado por aquellos que sienten desprecio, en su sentido más estricto, por la concertada. En esos momentos, ciertamente, cambiaría una bonita palabra (aunque a veces no llega ni a eso) por una buena acción.

Uno tiene la sensación de que a veces hay quien piensa que al sector de la concertada nos están haciendo un favor. Da la impresión de que los padres, profesores, PAS y titulares debiéramos estar agradecidos por poder elegir, aunque con menos derechos; poder trabajar, aunque echando más horas y ganando menos; y poder proponer un Ideario, cada vez con mayores dificultades y medios insuficientes. Es decir, se ha conseguido, de manera más o menos silenciosa y tenaz, que lo que es justo y debiera ser normal, se vea como algo excepcional. De esa manera, si la concertada es algo excepcional, dependiendo de las necesidades de cada momento, cuando las circunstancias cambien, se puede prescindir de ella. En el fondo lo que está en juego es algo mucho más profundo, como es el concepto del derecho de la Libertad y, por consiguiente, el de la Libertad de Enseñanza.

El escepticismo y desconfianza al que la comunidad educativa llega es porque la educación a nivel político está instrumentalizada. Por ejemplo, la falta de acuerdo de un pacto social y político, cuando era ministro el Sr. Gabilondo, no se llegó a firmar no porque no se estuviera de acuerdo, sino porque al PP, en esos momentos, no le interesaba dar un balón de oxígeno al gobierno del PSOE. Recientemente, la acción del PSOE incluyendo, justo un día después de renovarse por otros seis meses el trabajo de la Subcomisión del Congreso sobre el Pacto Educativo, dos proposiciones de Ley sobre temas que deben abordarse en dicha Subcomisión y que atentan contra la libertad de enseñanza, entre las que hay que destacar la vuelta a la subsidiariedad de la enseñanza concertada respecto a la pública, el que la Religión no sea evaluable y la Educación en Valores Cívicos (antigua Educación para la Ciudadanía), es una prueba más de lo que decía sobre escepticismo y desconfianza.

Escuelas Católicas de Andalucía (ECA), al igual que el conjunto de nuestra organización, siempre ha dado pruebas, junto con su independencia respecto a todos los partidos políticos, de diálogo, prudencia, seriedad y buen hacer; pero al mismo tiempo se ha mantenido, y seguirá manteniendo, firme en la defensa de sus legítimos intereses, sobre todo aquellos referentes a las libertades. No obstante, toda paciencia tiene un límite y quizá debamos preguntarnos si, por coherencia con nuestros principios, no ha llegado el momento de hacer, siempre dentro del respeto y la actitud de diálogo, una defensa de las libertades más firme e inequívoca. Puede que la búsqueda, por nuestra parte, de lograr una serenidad y un consenso, haya sido interpretada equívocamente por la administración educativa como conformismo.

Sonia Gaya, que fue nombrada por Susana Díaz el pasado 8 de junio como Consejera de Educación de la Junta de Andalucía, después de casi cuatro meses aún no nos ha recibido, ni tan siquiera nos ha respondido a las dos solicitudes oficiales, realizadas en nombre de ECA (12 de junio y 1 de septiembre). Nos hace pensar que no parece tener mucho interés en mantener una adecuada interlocución con nosotros, que somos la organización mayoritaria de la concertada, con un 70% de la misma y que aglutina a 400 colegios, 225.000 alumnos y 16.000 profesionales. No ha sido el mejor comienzo para una Consejera a la que Susana Díaz ha encargado dar un nuevo impulso al sector en Andalucía, procurando alcanzar un Acuerdo Educativo, como uno de los ejes prioritarios de su actuación.

Llama poderosamente la atención que la propia Presidenta de la Junta, tras su reelección, ha mantenido una ronda de contactos con los líderes de todas las fuerzas políticas en el Parlamento Andaluz, así como con los máximos responsables de la CEA, sindicatos, organizaciones agrarias, rectores de universidades, representantes del tercer sector, y diferentes colectivos sociales e institucionales para abordar la situación política, exponer su posición sobre la financiación de Andalucía y tratar diversos temas de actualidad, porque ha entendido claramente la necesidad de mantener una buena interlocución con los principales agentes de la comunidad, independientemente de las posiciones que mantenga cada uno en función de unos legítimos intereses en defensa de los colectivos a los que representan. Sin embargo, a pesar de que con su gesto parece haber indicado el camino a sus consejeros, en el caso de Sonia Gaya no parece haberse dado por aludida.

Nos gustaría preguntar a la nueva Consejera, cuál es su postura respecto a los conciertos educativos; si es partidaria de la complementariedad o subsidiariedad de redes; en qué consiste el Acuerdo Educativo Andaluz, que con tanta prisa intentó alcanzar el curso pasado la Presidenta de la Junta, y que ahora parece haber caído en el olvido; qué va a hacer para que las dificultades y trabas continuas que tienen nuestros centros, basadas muchas de ellas en la desconfianza de la concertada, se puedan solucionar.

Por nuestra parte, nos gustaría decirle a la Consejera que vamos a defender la libertad de los padres para elegir libremente, dentro de un marco consensuado, el centro que consideren más adecuado para la educación de sus hijos; que apostaremos porque haya una escuela pública gratuita y de calidad, pero también por el derecho a tener unos centros concertados en igualdad de condiciones, sencillamente porque no queremos ser unos privilegiados, pero tampoco vamos a consentir ser menos que nadie.

Le comentaremos directamente, si llega la ocasión, que seguiremos tendiendo puentes e intentando romper algunos prejuicios que surgen del desconocimiento y de posiciones teóricas e ideologizadas que poco tienen que ver con la realidad, esa que se vive día a día en los colegios, públicos y concertados, porque cuando se habla con profesionales de la educación, con independencia del tipo de red en la que imparten su docencia y su ideología, la convergencia sobre las bases sólidas y estructura sobre las que se debe sostener y articular un sistema educativo, es casi absoluta. De igual modo, si se preguntara al resto de la comunidad educativa, particularmente los padres, lo que desean para la educación y formación de sus hijos, la coincidencia es mucho mayor de lo que pensamos e infinitamente distinta y distante a la que trazan los políticos. En otras palabras, la educación cuando no se convierte en un fin, sino que se instrumentaliza en beneficio de intereses ideológicos, nace viciada, divide y distancia en lugar de unir y lo que es aún peor, enfrenta.

El comienzo de la Consejera con nuestra organización no ha sido el esperado; pero aún hay tiempo de rectificar. Escuelas Católicas de Andalucía siempre estará ahí donde se busque el diálogo y el consenso. Puede contar con nosotros.

Carlos Ruiz Fernández

Secretario general de ECA

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