En 2015 los españoles decidieron poner fin al bipartidismo y dejar atrás los tradicionales bloques de izquierda y derecha, de PP y PSOE, de permanentes posiciones encontradas y a veces casi irreconciliables. En las elecciones generales de ese año, los ciudadanos favorecieron la entrada con fuerza a nuevas formaciones políticas como Ciudadanos y Podemos. Ese año, las urnas acabaron con la mayoría absoluta del PP de Mariano Rajoy y dieron un mandato a los partidos políticos: «vuelvan a sentarse a negociar y acordar grandes pactos como ya hicieron en la Transición».

Así lo reconocieron y expresaron los propios líderes políticos en esos primeros momentos, en los que pusieron encima de la mesa todo tipo de temas para consensuar, desde la reforma de la propia Constitución (ahí es nada), a la financiación autonómica, el sistema público de pensiones o el Sistema Educativo.

Con esa voluntad, con el empuje de la propia sociedad y con la amenaza de la mayoría de los partidos de derogar la LOMCE, el Congreso de los Diputados creó en diciembre de 2016 una Subcomisión para acordar un Pacto por la Educación.

Después de más de un año de trabajo en la Subcomisión, de más de 80 comparecencias de diversas personas e instituciones, de trabajos y aportaciones, incluso de esperanzas de muchos, los responsables de Escuelas Católicas sentimos que todo ha sido “puro teatro” y nos consideramos utilizados, engañados y menospreciados. “No nos digan que les importa la educación. No nos tomen el pelo. Es lo menos que podemos pedir”, señalaba hace unos días nuestro secretario general, José Mª Alvira.

El motivo aducido por el PSOE de la insuficiente financiación del sistema educativo para abandonar la mesa ha sido una “excusa”, una manera de hacerse notar e, incluso, de forzar posiciones por si en un futuro vuelven a la negociación. Parece una manera de «devolver la moneda» al PP, cuando en el año 2011 éste no quiso firmar un Pacto que parecía cerrado, interpretándose como una negación a un «balón de oxígeno» cuando las encuestas daban vencedor al PP, como así fue. Sobre el resto de partidos políticos, aunque no todos están teniendo la misma manera de actuar, comparten una parte de responsabilidad en cuanto al deseo, la voluntad y la altura de miras para llegar a acuerdos.

Fuera del ámbito de la política, reprochamos la actitud de aquéllos que cuando hablan de Pacto pretenden excluir del mismo a una parte importante de la sociedad, de los que piensan que para mejorar la enseñanza hay que dejar fuera a aquéllos que no piensan como ellos. Son los que, aunque enarbolen la bandera de la libertad, en el fondo no creen en ella, pretendiendo erigirse en los únicos defensores de la equidad.

En Andalucía, Escuelas Católicas lleva más de cuatro años defendiendo la necesidad de este Pacto por la Educación Nacional, pero también hemos subrayado que esta región, por su peso político y con una población estudiantil no universitaria con cerca de dos millones de alumnos, puede liderar un gran acuerdo educativo de los partidos políticos y el resto de integrantes de la comunidad educativa (sindicatos, patronales, padres, alumnos…) que sea un referente para el resto de España.

ECA, que representa de forma mayoritaria a los colegios concertados de Andalucía (con 400 centros, 225.000 alumnos y 16.000 profesionales), ha mantenido siempre un sincero ofrecimiento, tanto a la Consejería de Educación como al resto de actores del sector, a sentarnos juntos para analizar y mejorar todo aquello que sea necesario, adaptando la educación al mundo actual, que, entre otras cuestiones, nos está demandando un salto de calidad.

Se trata de buscar todo aquello que nos une en lugar de potenciar todo lo que nos separa, superando el enfrentamiento entre enseñanza religiosa o laica, pública o privada. No se dan cuenta de que en la diversidad, fruto del pluralismo democrático, está la riqueza de la sociedad y la libertad de los padres de elegir la educación que quieren para sus hijos.

Escuelas Católicas Andalucía denuncia el divorcio existente entre el diálogo político y el de la calle, que muchas veces nada tienen que ver. Estamos convencidos de que si sentáramos alrededor de una misma mesa a familias de distinta ideología y se les preguntara qué es lo que quieren para la educación de sus hijos, en lo fundamental inmediatamente se pondrían de acuerdo, porque todos los padres y madres quieren para sus hijos e hijas lo mejor: una enseñanza de calidad que sea garantía para afrontar unos estudios superiores o su inserción en el mundo laboral; una enseñanza que posibilite la transmisión de unos valores, como el esfuerzo, la solidaridad, la libertad o el saber comportarse con los demás. Mientras, el debate político, ajeno a la inmensa mayoría de la sociedad, se caracteriza por ser ficticio y estéril. Y lo que es aún más triste, un debate que no sirve para unir y llegar a acuerdos en favor de los niños y jóvenes, sino para sacar provecho propio y rédito partidista.

Escuelas Católicas de Andalucía, desde su demostrada independencia, pide a los partidos que abandonen ese “frentismo”, en busca de su “hueco electoral”, y que apuesten por el bien de los ciudadanos, que demandan diálogo, consenso, cesión y acuerdo, sin miedo a salir juntos en la misma foto. Ese temor parece haberse convertido en el principal freno para avanzar como sociedad, sin darse cuenta de que es lo que reclaman y exigen los andaluces y los españoles.

Carlos Ruiz Fernández

Secretario general de ECA

 

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